Opinión | Duele verte

Por Carlos Becerril.*

¿Tan lejos están aquellos momentos? Esos días de gloria, de éxito y que terminaron por marcar una época en el fútbol de nuestro país , de un equipo que se gano el mote de "equipo de la década ".

Hoy casi nadie sabe la identidad de este club fundado en 1923 y que llegó a poner su nombre, y el de México en lo más alto, en la élite de este deporte.

Su afición se hizo vieja , viviendo de anécdotas interminables y de recuerdos fugaces , de ídolos que se tatuaron la camiseta y se ganaron la insignia de leyendas, las nuevas generaciones se la están dejando muy fácil a estos míticos jugadores, nadie tiene el empuje, la fuerza, la garra, ni el talento que los caracterizaba.

En estos años se han dado a la tarea de quitarle todo el brillo a este equipo, de enterrar cualquier recuerdo que genere alegría en los verdaderos seguidores, de que el apellido de los jugadores que se devoraron los campeonatos, cause temor.

Pareciera que es un castigo portar la camiseta a rayas, que si en esta familia los que cumplieran con sus deberes, vistieran de amarillo y los rebeldes o los que no estaban a la altura tendrían que pasar por esta "capacitación".

Pero hubo un día donde esto no fue así, fue la década de los 90's cuando se conformó un verdadero grupo, un verdadero equipo, que basaba sus fuerzas en la flaqueza , que tenían bien entendido que no existiría otra forma de salir adelante más que siendo 22 personas que buscaran el mismo objetivo ya que con los 11 titulares no alcanzaría para alimentar este sueño. Conscientes que haciendo esfuerzos individuales se quedarían cortos se fue construyendo un equipo sólido, al que parecía imposible hacerle un gol, que en medio campo tenía obreros con muchísimo talento, y que adelante tenía a los artistas que se cansaron de coronar el esfuerzo de todo el plantel.

Capaces de ganarle títulos a los equipos grandes, de dejar en el pasto al cruz azul de Hermosillo en su mejor momento, de quitarle de golpe la magia al Celaya, que estaba en un sueño encantado con Butragueño, de una manera tan sutil, sin ganarle en el marcador global, y de un imborrable triunfo en el estadio Jalisco a las chivas del Guadalajara , que venían de ser súper líderes .

De hazañas como estas fueron como se forjaron estos jugadores, siempre discriminados, siempre el equipo débil , la presa perfecta .

Así comenzó a llegar la alegría a ese humilde equipo y a sus seguidores, que se ganaba respeto a pasos agigantados, que era incómodo y muy complicado para todos los demás, campeonatos en 95 y 96 además de 98, 3 lugar de clubes en el 2000 cerrando la década como el mejor.

¿Pero qué le pasó? Es una pregunta que hasta el momento nadie se explica, muchos dicen que es culpa de la directiva que ha dejado caer al precipicio toda esa linda tradición, otros atribuyen a los jugadores que sin vergüenza han pasado por el equipo, sin dejar huella alguna, el cambio de sede a la hermosa ciudad de Aguascalientes, etc. y podríamos seguir con esta polémica y no terminaríamos nunca.

En mi punto de vista quizá un poco anticuado, me parece que un club se debe a sus raíces, a su escudo, a su ciudad, a su estadio, a esa gente del barrio que se frota las manos por ver a su equipo todos los domingos, así que el cambio de sede terminó por no arraigar a un equipo que se quedó sin casa, para mi ese fue un parte aguas en esta historia que desgraciadamente hoy tiene un triste final.

Qué diría el gran rayo mayor don Julio Sotelo, seguramente Dios lo premió por su entrega dejándole en el recuerdo a su Necaxa como el mejor de México, y que no sufriere viendo al equipo de sus amores que ni siquiera juega en el máximo circuito.

Qué pensarían Borja, Lapuente, Navarro, Higareda, Vilches, Becerril, Herrera, Esquivel, Ambriz, Aguinaga, Aspe, Peláez, Bassay que silenciaron 110 mil personas en una final que tenía un único favorito.

Seguramente en las páginas del balompié mundial estará algún empolvado renglón para estos guerreros y para su gente que siempre le fue fiel, sin importar todas las faltas de respeto que recibieron.

Duele verte Necaxa, duele ver que no llenas el estadio y que tus aficionados son una especie en peligro de extinción.

Duele ver que acabas poco a poco con tu cantera, que tantas satisfacciones te dio, y hoy no hay espacio más que para fichajes.

Duele ver que tu historia tan brillante la quieres cambiar a la fuerza por ser un equipo de primera A, duele ver que ni teniendo el estadio más lindo de México, tu juego se vea atractivo.

Duele ver que no hay un referente en la institución, ni en la cancha, ni con los de pantalón largo.

Parece ser que el escudo no volverá a sufrir ningún cambio, que esas tres estrellas quedarán plasmadas para siempre, que están tan entrelazadas que no hay espacio para una más, para otra ilusión, de esta gente que se quedó enamorada de una idea, de un sentimiento.

Me duele escribir estas líneas porque yo crecí con este equipo, que por muchos años le dio de comer a mi familia, pero puedo decir que fui un afortunado por que viví los campeonatos, las finales perdidas, la hermandad en el grupo, la lealtad, la solidaridad, cosas que no están peleadas con el talento y la calidad, pero que hoy en día parece que son palabras prohibidas...

* Carlos Becerril es hijo de Octavio 'Picas' Becerril, representativo jugador del Necaxa de los noventas.